“Tengo hambre de libertad. Si me muero, no quiero que este trágico país se trague mis huesos. Necesito el calor de Borinquen, por lo menos para fortalecer los gusanos de allá y no los de acá”.
Julia de Burgos
Cartas a Consuelo, 17 de abril de 1953
Ser diáspora ha sido una constante en la historia de Puerto Rico, ya sea por nuestra condición de archipiélago, de nación colonizada o una combinación de ambas.
¿Cómo las mujeres puertorriqueñas se han entendido a sí mismas en ese vaivén entre el “aquí” y el “allá”? BoriFrases recopiló cinco expresiones que nos informan sobre la experiencia diaspórica desde mediados del siglo XX, según entendida por grandes autoras y luchadoras nuestras.
Julia de Burgos
“Quiero pasar días junto al mar, quemándome al sol como lo hicimos en nuestros días juveniles, y poder regresar”.
Cartas a Consuelo (2014)
La vida de nuestra poeta nacional, Julia de Burgos, ejemplificó la modernización de Puerto Rico: del campo a la ciudad, de la ciudad a la metrópolis; de Carolina a Río Piedras, de Río Piedras a Nueva York.
Julia inmortalizó sus vivencias desde la Masacre de Ponce hasta la Operación Manos a la Obra, culminando su vida en las calles de la ciudad que albergó la Gran Migración boricua de los 1950: Nueva York.
En sus últimas cartas, le dejó saber a su hermana Consuelo el deseo constante de las boricuas de “allá”: volver al Caribe, aunque sea para morir.
Lolita Lebrón
“La opresión de las mujeres puertorriqueñas, que además de cuidar sus casas y familias, tenían que trabajar fuera para regresar a casa a bregar con esposos difíciles”.
Nationalist Heroines: Puerto Rican Women History Forgot, Olga Jiménez de Wagenheim (2016)
Al igual que Julia, Dolores “Lolita” Lebrón Sotomayor fue una de las miles de puertorriqueñas que emigraron al este de los Estados Unidos.
En el caso de Lolita, su experiencia como costurera en una fábrica textil fue clave para su despertar de conciencia política, incluyendo la de género.
Como expresó en esta entrevista, se le hizo evidente la explotación económica y patriarcal de las puertorriqueñas costureras como ella, tanto en su aspecto estructural como familiar. Una condición que cambiaba poco en su país o en la metrópolis.
Pura Belpré
“Busqué los cuentos que oí de niña (…) Para mi sorpresa, no encontré ni uno. Un sentimiento de pérdida se despertó en mí. Deseé tanto preservar ese folclor para la niñez en esta nueva tierra. Supe que conocer su cultura despertará un sentido de orgullo e identidad”.
Historias de mujeres puertorriqueñas negras, Rosario Méndez Panedas (2020)
Otra puertorriqueña emigrante a Nueva York fue Pura Belpré, la primera bibliotecaria boricua de la ciudad.
A diferencia de Julia y Lolita, quienes tuvieron que sobrevivir de trabajos manuales o autogestionados, Pura se abrió espacio en la academia formal.
La tarea de la cidreña fue simple pero importante: recuperar para la niñez de la creciente diáspora las historias de su país de origen.
Este trabajo convirtió a Pura en la autora del primer libro boricua en figurar en los anaqueles de la biblioteca para la que trabajó. Sus libros han ayudado a mantener el sentido de pertenencia en esa segunda y tercera generación de “nuyoricans”.
Esmeralda Santiago
“El idioma que más hablo es el inglés. Vivo en Estados Unidos, soy la que tengo que hacerme entender. Pero de noche, cuando estoy a punto de quedarme dormida, los pensamientos que llenan mi mente son en español. Mis sueños son una mezcla de español e inglés que todos entienden, que expresa lo que quiero decir, quien soy, lo que siento. En ese mundo oscuro, el idioma no importa. Lo que importa es que tengo algo que decir”.
Cuando era puertorriqueña (1993)
Una recolección de este tema no estaría completa sin la autora del clásico nuyorican Cuando era puertorriqueña, Esmeralda Santiago.
También migrante en Nueva York, la escritora se enfocó en explícitamente ponerle palabras a su propia experiencia de no sentirse aceptada en ninguno de sus dos países.
La humacaeña estuvo en la metrópolis desde sus 13 años, donde vivió el problema del idioma para poder pertenecer.
El español fue defendido en Puerto Rico contra la imposición del English Only, pero el inglés se presenta como la manera de comunicarse en Estados Unidos.
La escritora expresó: “Me encuentro en medio de tres idiomas: el español de mi infancia, el inglés de mi adultez, y el espanglés (spanglish) que cruza de un mundo al otro tal como cruzamos nosotros de nuestro barrio en Puerto Rico a las barriadas de Brooklyn”.
Mayra Santos-Febres
“Puerto Rico no tiene 4 millones de habitantes sino 8 millones. Que la diáspora es también (en cierta manera) Puerto Rico”.
El abrazo de la diáspora (2013)
En la actualidad, la escritora Mayra Santos-Febres nos pide una perspectiva inclusiva con la que (re)pensar a Puerto Rico.
Y es que, si siempre hemos sido una nación diaspórica, ¿por qué limitar la puertorriqueñidad al espacio geográfico de nuestro archipiélago?
Entender nuestra realidad colonial es abrazar a quienes la sufrimos, no solo dentro del país, sino también a las expulsadas y desplazadas de él.
Diaspóricas
Ante el presente de desplazamiento agresivo en Puerto Rico, las voces de nuestras mujeres históricas se convierten en iluminación.
Las puertorriqueñas hemos experimentado la emigración de una manera única y cruel.
Conocer cómo hemos sido diáspora nos lleva a entender que nuestro sentido de pertenencia a nuestra nación es nuestra propia manera de resistencia.
¡Por nuestro derecho a permanecer y pertenecer!
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