Más mujeres, ¿mejor política?

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Por un tiempo, pensé que tener más mujeres en la política sería la solución a todos los problemas políticos, económicos y sociales. ¡Qué equivocada estaba! Es mucho más complejo que esto, pues ni las mujeres, ni las feministas somos un grupo homogéneo.

Como feminista puertorriqueña, no puedo ignorar las figuras de la gobernadora de Puerto Rico, Wanda Vázquez; la secretaria de Estado, Zoé Laboy; la comisionada residente en Washington, Jenniffer González; la representante por acumulación María Milagros “Tata” Charbonier; la senadora por el Distrito de Carolina Nayda Venegas Brown; la procuradora de las Mujeres, Lersy Boria; y la directora ejecutiva de la Autoridad de Transporte Marítimo, Mara Pérez. Todas mujeres en puestos políticos o de servicio público.

Si una mujer del 1920 leyera esta lista de mujeres en cargos tan importantes, seguramente, no lo creería, le entusiasmaría muchísimo. Pero ya no estamos en los años 20, estamos en el 2019.

Anteriormente, hubiera pensado que tener a todas estas mujeres en espacios masculinizados sería un gran logro, pero vemos que no es así. Sí es importante que tengamos más participación política por parte de las mujeres, pero no podemos pensar que esto automáticamente se traduce a un progreso o representación genuina.

Por tal razón, creo meritorio comenzar por diferenciar la participación política de las mujeres de la representación política. La participación política de las mujeres es simplemente eso, participar. Ojo, no creo que la participación sea poca cosa. Reconozco las luchas que se han dado y se siguen dando para garantizar y lograr una participación equitativa en la política. Aún así, creo que ya es hora de añadir otra palabra a nuestra lucha: representación. La representación se ve en práctica cuando las políticas públicas van acordes con las necesidades de los grupos que dicen representar. Nos sirve de muy poco tener mujeres en la política, solo por el hecho de tenerlas.

Lo simbólico no nos garantiza política pública que beneficie a las mujeres. Tampoco nos garantiza que las necesidades de las mujeres serán atendidas porque otras mujeres están al mando. Lo simbólico de tener mucha participación y poca o ninguna representación, solo les beneficia a los partidos políticos.

En Puerto Rico, tuvimos un claro ejemplo con el renunciante gobernador Ricardo Rosselló Nevares, que siempre pregonaba de su gabinete “feminista”. Y lo cito: “Nuestro compromiso con la mujer puertorriqueña ha sido firme y lo hemos cumplido desde el primer día de nuestro Gobierno. La mitad de mi gabinete es liderado por mujeres”. Muchos partidos y políticos han utilizado esta estrategia para verse más progresistas e incluso algunos se han llamado “feministas”, como una vez lo hizo Rosselló.

Sabemos que Ricardo Rosselló no es feminista, ya que las acciones siempre hablarán más que las palabras. Y la participación política es eso, palabras, números y cuotas de mujeres en puestos importantes.

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Adentrándonos en las figuras actuales, como Wanda Vázquez y Zoé Laboy, podemos afirmar que ambas son figuras que se han posicionado en favor de las mujeres en múltiples ocasiones. Aún así, no podemos limitar nuestro análisis y fiscalización a que tengamos una mujer gobernadora y una mujer secretaria de Estado. Este hecho solamente no nos dice mucho sobre la representación o los trabajos que han hecho por las mujeres. Por ejemplo, ser procuradora de las Mujeres no garantiza que representas genuinamente a las mujeres o que estás trabajando por ellas. Lersy Boria no ha logrado en su posición tener el respeto de grupos feministas o de colectivos de mujeres porque no ha logrado escuchar y atender sus reclamos.

Ser representante de las mujeres es mucho más que poner sombrillas, es mucho más que iluminar La Fortaleza de rosa, es mucho más que ponerse una camisa violeta el 8 de marzo, es mucho más que decirlo. De decirlo, lo dice cualquiera. Hoy, necesitamos mujeres que nos representen y no sucumban ante las agendas de los partidos políticos. Hay muchos problemas y situaciones alarmantes que nos aquejan a todas las puertorriqueñas. Los grupos feministas han sido enfáticos en sus reclamos, pero estos han caído en oídos sordos por las mismas personas que algún día dijeron “representarnos”. Nos toca expandir el análisis. Lo simbólico, las cuotas completadas y el imaginario de muchas mujeres en chaqueta, no basta. Queremos participación que venga con representación de las mujeres, de todas las mujeres. Las mujeres trabajadoras, las mujeres negras, las mujeres trans y las mujeres pobres.

Las mujeres no somos un grupo homogéneo. Tenemos distintas vivencias. Algunas tenemos más privilegios que otras, tenemos múltiples necesidades, múltiples luchas y múltiples métodos para alcanzar nuestros objetivos. Las mujeres que quieran hacer algo más que participar en la política, tendrán que darse a la tarea de conocer las múltiples intersecciones que atraviesan nuestras vidas, para que así (tal vez), logren una representación política genuina y justa.

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