Campaña de la OPM refuerza narrativas inefectivas sobre la violencia machista

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Fotos de la página de Facebook de la Oficina de la Procuradora de las Mujeres

“El maltrato se castiga” es el título de la más reciente campaña publicitaria que lanzó la Oficina de la Procuradora de las Mujeres (OPM), en la que se utilizan imágenes gráficas de violencia doméstica acompañadas de mensajes orientados al castigo legal para los agresores. Sin embargo, expertas advierten que, lejos de prevenir, la campaña podría revictimizar a las sobrevivientes y reforzar narrativas inefectivas sobre la violencia machista.

Según explicó la OPM, la campaña —que se realizó a un costo de $300,000— busca visibilizar la violencia, reforzar la colaboración entre agencias y subrayar que el maltrato es un delito con consecuencias legales. “El maltrato no se tolera, no se justifica y no quedará impune”, afirmó la OPM en su comunicado de prensa. 

Datos del Observatorio de Equidad de Género de Puerto Rico señalan que el 57% de los feminicidios íntimos ocurridos en 2024 fueron cometidos por hombres que tenían expediente criminal, lo que pone en evidencia que una parte significativa de los agresores ya había tenido contacto previo con el sistema de justicia.

“Lo que nos están diciendo los datos y la estadística es que el sistema punitivo y el castigo no necesariamente sirven para detener la conducta”, señaló Stephanie Figueroa Figueroa, directora ejecutiva del Observatorio de Equidad de Género de Puerto Rico.

Los datos recopilados por el Observatorio sugieren que la reincidencia es común entre agresores con historial criminal, lo que demuestra que el castigo, por sí solo, no transforma conductas violentas ni garantiza resocialización.

“Son personas que cometen actos de violencia una y otra vez, independientemente las consecuencias o el castigo que han tenido en sus vidas”, añadió Figueroa Figueroa. 

Por su parte, Amárilis Pagán Jiménez, activista feminista y fundadora de Proyecto Matria, denunció que se trata de una campaña que ofrece un mensaje que no se sostiene en los hechos. 

“Es una campaña desconectada de la realidad que viven las víctimas. No reconoce las deficiencias del sistema de justicia y expresa una promesa vacía y que no podrán cumplir. La procuradora no controla esas agencias y la OPM dejó de fiscalizarlas efectivamente hace años porque actúa como si se tratara de una secretaría y no como una agencia fiscalizadora con poderes cuasi judiciales”, dijo. 

“Las amenazas de que irán tras el agresor es una versión 2.0 de la mano dura contra el crimen de Pedro Rosselló en los noventa. Esa mano dura no da resultados en otros crímenes y tampoco en la violencia doméstica. Las personas agresoras con mayores indicadores de letalidad muestran un claro menosprecio de las posibles consecuencias de sus actos”, añadió Pagán Jimenez, quien también es abogada.

A la recurrencia en los casos de violencia se suma otro elemento alarmante: el 53% de los feminicidas íntimos se suicidaron luego de cometer el crimen, según los datos recopilados por el Observatorio.

Figueroa vincula esta realidad al patrón de poder que caracteriza la violencia de género. El suicidio, en estos casos, se convierte en una estrategia más de evasión, donde el agresor decide cómo y cuándo poner fin a la narrativa. 

“Se suicidan porque dentro del poder y control, ellos deciden hasta el último momento cómo controlar y cómo evitar enfrentar el proceso legal que conlleva un crimen como un feminicidio”, explicó.

Críticas al mensaje visual

Al reaccionar a la campaña de la OPM, la diseñadora gráfica Nicole Hernández expresó decepción. Le resultó inquietante que, una vez más, se recurran a representaciones que pueden ser perjudiciales para personas que están intentando sanar o que atraviesan una situación de violencia actualmente.

“Cuando lo vi, pues es un poquito disappointing… porque campañas como estas pueden hacerle tanto daño a víctimas que estén ahora en un proceso de sanación”.

Hernández destacó cómo una imagen o símbolo gráfico —una mano, un golpe, una palabra mal usada— puede detonar una respuesta emocional severa, que hace regresar a la víctima a un estado psicológico de revictimización.

“Aunque esté físicamente aquí, en el presente, su mente y su cuerpo están viviéndolo todo otra vez”, dijo. 

Amárilis Pagán Jiménez y Stephanie Figueroa Figueroa coincidieron con la diseñadora gráfica en que este tipo de campañas pueden ser contraproducentes. 

“Sabemos que ver escenas así de gráficas de agresión puede disparar trauma, recuerdos dolorosos, puede evocar sentimientos de angustia, de miedo, de ansiedad. Y, en vez de motivar a alguien a buscar ayuda cuando ve esa publicidad, en muchas ocasiones lo que hacen (esas escenas) es que las vulnerabilizan y las revictimizan”, señaló Figueroa Figueroa. 

“Las imágenes violentas generan un estereotipo en torno a cómo luce una situación de violencia. Pasa por alto la violencia psicológica y la económica, entre otras’, añadió Pagán Jiménez.

Por su parte, Hernández insistió en que las imágenes impactantes no generan conciencia ni disuaden a los agresores, quienes ya conocen las consecuencias legales de sus actos. Por el contrario, pueden provocar rechazo en el público general, que podría sentirse incomodado o incluso regañado por un mensaje con el que no se identifica, lo que debilita la efectividad de la campaña. 

“No creo que la persona que esté agrediendo a su pareja vea este anuncio y diga: ‘Déjame detenerme ahora, porque ahora sé que puedo recibir algún castigo’. Mientras que muchas personas no quieren ver estas imágenes porque saben que esto es una realidad, con la que no quieren enfrentarse a las ocho de la mañana bebiendo un café”, dijo la diseñadora que hace unos años desarrolló una tesis sobre el impacto del diseño gráfico en sobrevivientes de violencia. 

Como parte de su investigación, Hernández consultó a una psicóloga sobre cómo el cerebro procesa memorias traumáticas. Según le explicó la especialista, algunas memorias quedan “guardadas” porque la persona no está lista para enfrentarlas, pero pueden reactivarse por estímulos visuales inesperados, como las imágenes en una campaña publicitaria.

“La psicóloga me explicó que hay traumas que el cerebro guarda hasta que la persona esté lista, pero un diseño puede hacer que todo vuelva de golpe, como si lo estuviera viviendo otra vez”, relató Hernández.

Por eso, al diseñar, procura preguntarse siempre si su trabajo podría detonar una reacción emocional no deseada. “Si tengo dudas, cambio el diseño. No puedo arriesgarme a causar daño con una imagen», aseguró.

Sobre el efecto contraproducente que puede provocar la campaña de la OPM, Pagán Jiménez insistió en que puede crear expectativas falsas a las víctimas e impedir que busquen ayuda para garantizar su seguridad, lo cualpuede aumentar el número de feminicidios. 

“¿Por qué? Porque si la violencia doméstica es un asunto de mal manejo de emociones, una víctima podría pensar que basta con tratar de manejar las emociones del agresor y las de ella. Incluso, más que motivar a las víctimas a denunciar, podría estar incentivando prácticas contraindicadas como mediación de conflictos y terapia de pareja”.

Figueroa Figueroa, por su parte, argumentó que una estrategia preventiva genuina debe apostar a la transformación social desde la base: educar a las infancias, cuestionar las normas de género impuestas y desmantelar estructuras patriarcales que normalizan la violencia. 

“Lo ideal sería una campaña de resocialización, una campaña en donde empecemos a desmantelar todo lo que es el sistema patriarcal. Lo que presenta la OPM no es preventivo, claramente, es una campaña que va dirigida a las consecuencias que ya sabe el agresor, que sabe la víctima, que sabemos todos, pero aún esas consecuencias no han sido suficientes para detener los femicidios ni los actos de violencia”.