Anaida Hernández vuelve a provocar con su obra Hasta que la muerte nos separe

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Siempre supo que quería estudiar arte. Nunca se lo cuestionó, y sus padres no tuvieron de otra. No se veía haciendo otra cosa. 

“Esta pasión la traigo conmigo de otras vidas”, dijo con los ojos brillosos y una gran sonrisa la artista Anaida Hernández, quien ostenta más de tres décadas de experiencia.

Hernández es una de las pioneras en abordar el tema de violencia doméstica en el arte contemporáneo latino y caribeño con su obra Hasta que la muerte nos separe. 

Inspirada por los muralistas en México, con su revolución social, y por sus experiencias de vida, la creadora de instalaciones decidió a principios de los años 90 que ya era tiempo de tener una aproximación al tema de la violencia doméstica en su obra.

Arte como pieza social

Hasta que la muerte nos separe es una pieza en respuesta a lo que estaba pasando en los años 90 en Puerto Rico. 

En el 1989, se firmó la Ley para la Prevención e Intervención con la Violencia Doméstica (Ley 54), pero esta acción legal no impidió que 100 mujeres fueran asesinadas entre el 1990 y el 1993, recordó. 

Su obra es una instalación que conmemora a las 100 mujeres asesinadas por simplemente ser mujer. Se basa en un altar con los 100 nombres escritos, con flores y con unas cajas pegadas en la pared con símbolos representativos de la violencia que estaba arropando al país en esa época. Cada caja tiene un mensaje diferente, con letras, tijeras, labios e, incluso, mensajes en los que se puede leer “Mi mamá vive”. La pintora defiende un arte conceptual “afectivo” que conlleva el uso de objetos cotidianos que simbolizan el afecto, se establece en la página del museo. 

Esta propuesta artística nació de la indignación, urgencia y molestia, y aún es pertinente. 

En 1994, el objetivo principal de la artista plástica era que la pieza se exhibiera en el Capitolio, para recordarles a los funcionarios la situación de violencia de género que estaban viviendo las mujeres, y lo logró. Además, la obra se expuso en Alemania, Cuba y Estados Unidos.

Esta manifestación artística cumplió 25 años, el pasado marzo, y estuvo 12 años en el almacén del Museo de Arte de Puerto Rico (MAPR). Sin embargo, el 9 de junio volverá a exhibirse en una de las salas del MAPR, como parte de la nueva exhibición permanente Puerto Rico plural. Hernández es una de las 52 mujeres que integran esta exhibición permanente que se nutre de los trabajos de más de 150 artistas. La exposición anterior, titulada Interconexiones: Lecturas curatoriales de la colección del MAPR, contó con solo 26 artistas mujeres, por lo que el museo cumplió con aumentar la representación femenina en sus salas.

Lee aquí: Habrá “más artes por mujeres” en el MAPR

A pesar de los años que han transcurrido, Anaida Hernández considera que la obra sigue vigente en el 2019 por la violencia de género que aún arropa al país. Este año, han ocurrido siete asesinatos por violencia de género.

“Esta obra da espacio a que se abra una conversación y se eduque sobre el tema de violencia doméstica, y esto es lo que se desea lograr en esta exhibición”, sostuvo la artista, quien fue integrante activa de la Asociación de Mujeres Artistas en Puerto Rico. 

Las raíces de la artista

Hernández, nacida en Mayagüez en el 1954, atribuye el estilo y temática de su arte a su crianza en el campo de Moca. Desde pequeña, creaba juguetes con madera y creaba pinturas con pigmentos de la naturaleza. 

“Siempre tenía la iniciativa de crear. Mayo era mi mes favorito porque tenía todo el verano para crear”, dijo al recordar tiempos “más sencillos”. 

De vivir su niñez en el campo, la artista tuvo un cambio a una vida adulta e independiente, a sus 15 años de edad, al comenzar sus estudios universitarios en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez, donde completó un bachillerato en artes. 

“Tuve mucha suerte de estudiar en Mayagüez en esa época”, relató Hernández. 

Para este momento, traían a la universidad artistas extranjeros, algunos exiliados, que se convirtieron en sus mentores, como la brasileña Regina Silveira.

A la mayagüezana siempre los cambios le llamaban la atención  y, por tanto, decidió irse a estudiar en México. Hizo una maestría en Bellas Artes en la Academia de San Carlos de la Universidad Nacional Autónoma de México. En la institución tomaba clases de dibujo todos los días con modelos al desnudo, lo que nunca había experimentado. “Vivía feliz como una lombriz”, dijo entre risas.

Estuvo dos años en la academia, y, luego, vivió por dos años más en México al conseguir una beca como estudiante de arte. Los muralistas, maestros y artistas mexicanos influenciaron su trabajo de ahí en adelante, relató.

El otro lado de la artista

En 1992, el cambio la llamó nuevamente, y esta vez se mudó a Nueva York. Más allá de tener su taller artístico, comenzó un nuevo proyecto con la creación de documentales. Al llegar, conoció a diferentes puertorriqueños y latinos que hacían trabajos sin ningún tipo de exposición, y decidió que tenía que apoyar que voz se escuchara.

Sin experiencia previa, la artista se reunió con la dirección de la estación pública (Canal 6) y presentó una propuesta de unas cápsulas de dos minutos con la historia y el trabajo de los latinos. La iniciativa fue aceptada y se tituló Two Minutes NY.  Como resultado, tuvo sobre 38 cápsulas y la nominación a un premio Emmy en dirección y producción en el 2004. 

Two Minutes NY no es el último trabajo de dirección de Hernández. Actualmente, se encuentra trabajando en un documental sobre el artista, gráfico y pintor puertorriqueño José Alicea.  Además, está en el proceso de exploración e investigación sobre la relación de la identidad y las plantas para un futuro proyecto artístico.

Para la artista, la clave a su éxito ha sido estar estudiando e investigando constantemente, establecerse desafíos para que cada obra sea diferente y, sobre todo, hacer hacer sus creaciones con el corazón.  

“El arte es un estilo de vida y está en todo lo que nos rodea. El arte es la expresión de la esencia del ser humano. Por eso, todos somos artistas”, expresó la ceramista, pintora y grabadora.