(Foto de archivo de Ana María Abruña Reyes)
El otro día, me levanté escuchando voces. Solo estaban en mi mente. Eran el recuerdo de las risas y los juegos que oía, a veces, en el edificio de apartamentos donde resido. Pero llegó el silencio. Esas voces de niños no están luego que se mudaron porque su padre decidió asesinar a su madre. Le disparó frente a ellos en las afueras del complejo de residencias.
Ya han pasado unos años, pero los recuerdo con frecuencia cuando ocurren escenas de feminicidios en las que niñas y niños se quedan sin sus madres como consecuencia de la violencia machista.