Para hablar de danzas árabes es necesario imaginarse un mundo de posibilidades, tantas como cuando se habla de danzas latinoamericanas, que pueden ser tan diferentes una de la otra como el tango del merengue o la salsa de la quebradita.
A este mundo se adentró Diana Soto a los 25 años, cuando luego de una vida de entrenamiento y carrera profesional en el flamenco y la danza contemporánea, un flyer que anunciaba unas clases de bellydance cayó en sus manos. Justo pasaba por un tratamiento contra el cáncer y buscaba otro tipo de actividad que la acercara a la belleza en un momento en que se sentía débil.